
A Oinel Marinel, como consecuencia de la crisis, le embargaron su casa y ahora sus pertenencias están almacenadas en un centro de trasteros públicos. “Toda la vida acumulada en un trastero, no he podido pagar mi hipoteca, ni a la Seguridad Social ni a Hacienda y he llegado a ser embargado”, se lamenta.
Cati Fuentes, encargada de un centro de alquiler de trasteros dice que “debido a la crisis, aparecen situaciones nuevas que requieren el alquiler de trasteros, como reagrupaciones familiares, los hijos que vuelven a casa de los padres, cierres de negocios, empresas que ya no pueden estar en oficinas tan grandes y tiene que mantener sus archivos durante los plazos legales, autónomos que no pueden mantener locales…”.
Como Aurora Pérez Seoane, que tiene un negocio que vende cervezas artesanales por Internet “Nos gustaría tener un local a pie de calle, pero los precios son tan elevados que aprovechamos las ventajas de estos trasteros”.
Pero hay otras circunstancias motivadas por la crisis económica: los enseres de un joven que se fue a buscar trabajo a Alemania, o los restos de una peluquería que tuvo que echar el cierre.
Mientras, el sector del self-storage o alquiler de mini-almacenes sigue creciendo un 15% cada año: la crisis y sus nefastas consecuencias los convierten en una opción necesaria y asequible para muchas familias y empresas.